martes, 2 de diciembre de 2014

Vergonzoso.

Una vez más, el insomnio me arranca de la cama. En esta ocasión, he decidido invertir el tiempo que debería aprovechar para dormir en algo no tan productivo, pero igualmente necesario. Mis más modestas y molestas palabras de hoy van dirigidas a los cafres que utilizan el sentimiento hacia un club deportivo como escudo de sus verdaderos objetivos. Un conjunto de descerebrados que se hacen llamar peñas deportivas. Un puñado de subnormales.

Ya ha pasado un día desde que se hizo oficial la muerte del ultra del Deportivo. El enfrentamiento entre los radicales del Atlético de Madrid y el Deportivo de la Coruña horas antes del partido entre ambos equipos, dejó varios heridos y una veintena de detenidos (a mi parecer pocos). Unos ultraderechistas, los otros ultraizquierdas... decidme que tenía que ver el fútbol ahí. Además, por si fuera poco, los radicales del Rayo Vallecano y del Sporting de Gijón decidieron que la mejor idea era meterse en el ajo.

No entiendo, y jamás lo haré, como un deporte puede generar unos enfrentamientos tan estúpidos. El pasado domingo, fue un claro ejemplo. Y fue un claro ejemplo de que en este país se hacen las cosas mal y tarde. La batalla campal fue organizada mediante redes sociales, es decir, se pudo haber evitado el desastre. Ambos bandos tenían antecedentes de enfrentamientos anteriores. Por lo tanto, no estamos ante un evento puntual. Lo que se vivió el pasado domingo fue un capítulo más en la nefasta historia de estos dos grupos, que a mi parecer, no tienen nada que ver con algo tan bonito como el fútbol.

Pocas palabras he de añadir. Espero que los clubs de fútbol, los dirigentes y, en definitiva, los que reparten el bacalao, tomen medidas. Medidas de verdad.

D.E.P.


P.D.: nada de nombres, nada de apellidos. Ni un solo vándalo se merece siquiera ser nombrado.