Varias
veces a lo largo de los casi 50 artículos que he publicado en
Internet he mencionado, con mayor o menor profundidad, a uno de los
protagonistas de las siguientes líneas. Si bien es cierto que a
estos, junto con el resto del elenco que en breve os nombraré, no
les he dado una entrada exclusiva, no significa que no la merezcan.
Así pues, el enfrentamiento de Batman vs. Superman dejará de ser el
más esperado por vosotros cuando hayáis leído estas palabrejas.
Es
obligado empezar con una aclaración: nadie es más persona o menos
persona por su condición intelectual o formación académica.
Bien,
una vez aclarado esto, comencemos por el pasado. O, mejor dicho, por
lo que recordamos del pasado. Y es que no erramos demasiado cuando
decimos que en los libros de historia se recuerdan a los grandes
intelectuales de todos los tiempos antes que a los idiotas. Nadie
rememora al payaso de la clase de Newton. O al que llamaba “ruedas”
a Stephen Hawking (puede que esto no ocurriera jamás, pero... ¿y si
sí?). Todos estamos de acuerdo en esto. Puede que antes se apreciará
más la educación que ahora. Y es totalmente lógico, ya que antes
estudiar era para los privilegiados... ¡ANDA! Esto me suena...
Bromas
a parte, la realidad es que los idiotas han existido siempre, al
igual que las ETS. Y, al igual que las ETS, la única diferencia a lo
largo de la historia es el modo de llamarlos. Creo que comparar a los
típicos payasetes con una enfermedad de transmisión sexual es un
acierto: ambos te tocan los cojones.
De
nuevo, bromas a parte... Los genios no han abundado, por eso son
extraordinarios. Y al ser un clan tan selectivo y exclusivo, la
envidia hacia ellos ha llegado a superar a la admiración en ciertas
personas. Personalmente creo que este es el origen de los
graciosillos de clase. Podría escribirse sobre ellos: “Génesis
de un idiota”. Pero no queremos más libros escritos por
idiotas y para idiotas, con Belén Esteban tenemos suficiente. Y
hablando de Belén Esteban, los idiotas se pueden subdividir en
muchos tipos. Por ejemplo, está el idiota sin cultura (se me ocurren
demasiados ejemplos y a cada cual más morboso), el idiota por placer
(piensa que es lo más cool), el idiota oculto (este es el que
permanece callado hasta que abre la boca y, en fin...), el idiota
renegado (es un hater de los
que considera más listos), el idiota obligado (cree en el idiota por
placer o en el renegado como si de dioses se tratase), el idiota en
sí (que puede ser cualquiera...), y el idiota intermitente (que lo
mismo te habla de física cuántica que del tronista de la semana
pasada).
Muchos
idiotas, ¿no? Pero a pesar de su gran variedad, y su escasa
inteligencia, han conseguido debilitar a los intelectuales. Han
conseguido fragmentarlos, camuflarlos y desprestigiarlos. Esto lo han
logrado expandiéndose como la pólvora. Y es que, resulta que ahora
no hay intelectuales, hay pedantes que te restriegan su innecesaria
cultura. Ya no hay gente lista, hay freaks de internet. Y,
obviamente, hay pedantes y freaks. Los primeros, sinceramente, los
odio. En su mayoría son inteligentes, sí. Pero la constante
necesidad de exponer y ser alabado por ello me enferma casi tanto
como escuchar reggeton. Y de los segundos, los freaks, pues... bueno,
mi gato de llama Batman. No tengo nada más que añadir (Go freaks!).
Esta
guerra múltiple entre idiotas, intelectuales, pedantes... ¡UF! Ni
en Juego de Tronos, oye. Sin embargo, aquí no puede haber un único
rey. En mi opinión, creo que cada uno debería de dejar de trollear
a los bandos restantes y preocuparse de pulir sus defectos. Repito,
en mi opinión. Todo lo anterior también ha sido una reflexión
personal. Tú puedes considerar que Mujeres y Hombres y
Viceversa es un buen programa y
que está haciendo un favor a los jóvenes de nuestro país. Y yo,
puedo considerar que eres subnormal. Pero un subnormal que le va a
dar a “Me gusta” en Facebook y un RT en Twitter a este
comentario, ¿verdad? Buen chico.
Sin
más, espero haber creado algún tipo de reacción con estas líneas.
Aunque sea una pequeña nausea. Me conformo por igual.
P.D.:
Creo que llamar “ruedas” a Hawking ha sido ir muy lejos.